UFM Ciencias Economicas Ideas Monica de Zelaya

«¿Qué sería del mundo sin la función empresarial?»

Por Mónica Río Nevado de Zelaya

Los sistemas económicos son complejos y vemos constantemente datos, estadísticas y gráficas que nos muestran lo que está sucediendo en un país. La preocupación por la sostenibilidad del negocio, el crecimiento y su continua mejora están en la mente de los empresarios y gerentes todos los días. Según Hayek (1945), el objeto de la economía consiste en estudiar este proceso dinámico de descubrimiento y transmisión de la información que es impulsado continuamente por la función empresarial y que tiende a ajustar y coordinar los planes individuales, haciendo con ello posible la vida en sociedad[1].

Muchos se han acostumbrado a ver el desarrollo y el crecimiento económico de un país como una actividad gubernamental, o como un problema que deberá ser resuelto por un gran proyecto, un plan maestro o un diseño particular. Y la realidad es que no hay idea más equivocada que esta. El desarrollo y el crecimiento provienen del impacto que genera la acción individual de los entes privados que, con su actividad económica, producen riqueza: eso que muchos estudiosos de la economía llaman «la función empresarial». En un sentido general o amplio la función empresarial coincide con la acción humana misma. En este sentido podría afirmarse que ejerce la función empresarial cualquier persona que actúa para modificar el presente y conseguir sus objetivos en el futuro. Huerta de Soto (1992)[2].

El Estado no produce riqueza; lo que hace es gastar la riqueza que producen las personas, los emprendedores y los empresarios. Al decir que el Estado gasta, esperamos todos que sea con mucho cuidado y cautela, para cumplir sus fines: los fines establecidos en la constitución del respectivo país, como facilitar el desarrollo integral de la persona y el bien común. Entendemos por bien común la suma del bienestar individual de todos los ciudadanos. O en palabras de Bastiat: El Estado tiene por misión esclarecer, desarrollar, agrandar, fortalecer, espiritualizar y santificar el alma de los pueblos[3]. Entre los deberes del Estado están la protección de la vida, la libertad y la propiedad privada, elementos fundamentales para permitir que los individuos actúen, los emprendedores generen soluciones que resuelvan las necesidades y deseos de las personas, y los empresarios crezcan y puedan hacer accesibles sus productos y servicios a muchos mercados. Es decir: para que se desarrolle exitosamente la función empresarial.

Da gusto observar con detenimiento a emprendedores y empresarios aproximarse a su realidad, conocer sus historias y verlos triunfar, incluso después de ciertos momentos que podrían parecer fracasos. El triunfo de un emprendedor es sinónimo de clientes satisfechos, necesidades resueltas, sueños cumplidos. Un emprendedor solo puede salir adelante y tener éxito no precisamente valiéndose de privilegios, sino mediante su propio esfuerzo, un trabajo duro, y su capacidad de rápida adaptación a los cambios. Estamos acostumbrados a estudiar la historia de la humanidad desde los sucesos políticos. Sería interesante estudiarla atendiendo a los emprendedores que han surgido y los productos creados por ellos. Nos sorprenderíamos descubriendo cuánto han sido capaces de concebir y lograr. En 1949 Mises dijo: El emprendedor es el motor del crecimiento; la fuerza motora en todo el sistema de mercado[4].

En un estudio que publiqué con el título «El efecto multiplicador del emprendimiento», las personas que en el mismo aparecen mencionan áreas de impacto que observan alrededor de los emprendedores y empresarios, dejando huella en sus familias, clientes, empleados y en toda la sociedad. En este diagrama podemos ver algunas de esas áreas de impacto:

Vale la pena ver a los emprendedores en este nuevo marco de referencia y llegar a la conclusión de cuánto impacto produce cada emprendedor por el solo hecho de existir.

No dejemos que los datos y los promedios nos impidan ver al emprendedor y al empresario, verdaderos héroes del desarrollo y de la generación de bienestar. Veamos la forma de facilitarles el camino en su actuar del día a día, empezando por admirar su trabajo —satisfacer, agradar, complacer a cada uno de sus clientes y consumidores— sin importar si son pequeños emprendedores o grandes empresarios. Según Mises (1951), La entrada en las filas de los empresarios en una sociedad de economía de mercado, no saboteada por la interferencia de los gobiernos u otras agencias (…), está abierta a todos[5].

Terminemos con una pregunta: ¿Qué sería del mundo, o de tu mundo, sin la función empresarial?

 

1. Friedrich A. Hayek, The Use of Knowledge in Society (Arlington, VA: Institute for Humane Studies, 1945).

2. Jesús Huerta de Soto, Socialismo, cálculo económico y función empresarial (Madrid: Unión Editorial, 1992).

3. Frédéric Bastiat, «El Estado», Diario de Debates (1848). 

4. Ludwig von Mises, «Las ganancias y las pérdidas», en Planificación para la libertad (Buenos Aires: Centro de Estudios sobre la Libertad, 1986).

5. Ibíd.