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«Descentralizar para innovar: ¿Cómo apoyar al emprendedor educativo?»

Por Andrés Marroquín

Hay varios cambios que el sistema de educación de Guatemala debe hacer, para poder contribuir a generar prosperidad y apoyar a los estudiantes y maestros obtener un potencial más alto. Para explicarme como quisiera, me basaré en el rango de educación preprimaria-diversificado. Una medida importante es reconocerle a las escuelas privadas más libertad para innovar. El sistema educativo centralizado, fundamentado en un currículo nacional base, genera tres problemas fundamentales a la educación privada: un problema de conocimiento, un problema de cálculo y un problema de incentivos perversos. 

El problema de conocimiento consiste en que un sistema educativo que se administra centralmente no conoce las necesidades específicas, temporales y locales, de las distintas comunidades. Es prácticamente imposible que un sistema educativo centralizado y basado en un currículo estándar responda a necesidades específicas relativas a problemas y oportunidades (de tiempo y de lugar), que únicamente los individuos (padres de familia, participantes de las economías locales, e incluso estudiantes) entienden. Es posible, por ejemplo, que en ciertas comunidades de Jutiapa un bachillerato planeado en torno a soluciones de energía solar sea lo más aconsejable. Es también posible que un bachillerato en torno a temas de emprendimiento y microcrédito funcione mejor en ciertas comunidades de San Marcos. Un currículo igual para todos acaba no funcionando para nadie o funcionando para muy pocos. Es decir: las diferencias urbano-rurales, lingüísticas, climáticas y socioeconómicas son complejas y cambiantes (digamos dinámicas) y las soluciones educativas solamente pueden ser generadas por emprendedores educativos locales. Un sistema en el que se dé plena libertad a las escuelas privadas para decidir qué enseñar y cómo enseñar podría generar las soluciones más adecuadas. Es decir, el conocimiento de qué enseñar, cómo enseñar y cómo distribuir los recursos más adecuados para estos fines es un conocimiento disperso. Y un empleado público no puede estar dotado de este conocimiento. 

El problema de cálculo se refiere a que crear soluciones educativas es, en sí mismo, un acto de emprendimiento: lo que podríamos llamar «emprendimiento educativo». Solo el emprendedor educativo local, trátese de un hombre o de una mujer, puede identificar las necesidades del mercado local, precisamente por ser local. Esto les permitirá proponer posibles soluciones educativas, que generen tasas de retorno positivas para ellos, al mismo tiempo que para los estudiantes y los propios padres de familia del entorno. Esto significa que probablemente en una comunidad valga más la pena poner el énfasis en cuestiones relacionadas con las matemáticas y electricidad, porque existe más demanda de técnicos en electricidad o en soldadura. El modelo centralizado de programas educativos no puede responder a las demandas cambiantes del mercado. Ello genera el riesgo de que los estudiantes participantes de un sistema centralizado aprendan sobre asuntos cuyo retorno es muy bajo, o incluso negativo. 

El problema de incentivos perversos se manifiesta en actos de corrupción entre autoridades educativas y colegios. Es posible que, con el propósito de obtener autorizaciones para nuevos cursos, nuevas carreras e innovaciones educativas en general, las oficinas locales del Ministerio de Educación se conviertan en focos de corrupción y de sobornos. Es muy fácil que una situación así acabe traduciéndose en un trato injusto para muchos colegios: solamente los que estén bien conectados y puedan pagar el correspondiente soborno verán sus innovaciones autorizadas. Aquellos que no pueden hacerlo, incluso cuando la idea sea prometedora, no obtendrán las autorizaciones necesarias y terminarán saliendo del mercado.

Descentralizar para innovar es fundamental. Pero no hablo de la descentralización tradicional de gobiernos centrales a gobiernos locales, sino de la descentralización por pocos, por excelencia hacia los emprendedores educativos. El emprendedor educativo responde a un motivo de ganancias. Quien anticipa correctamente las necesidades del mercado genera ganancias y crece; quien no lo hace obtiene pérdidas y desaparece. El mercado disciplina y genera incentivos para lograr una administración racional de los recursos y atender mejor a los clientes (en este caso, los estudiantes). El empleado público no responde a un sistema de pérdidas y ganancias. Sus motivaciones son distintas. Lo que más lo impulsa a colaborar es mantenerse en el puesto y escalar por esa ruta.

Debido al problema de conocimiento, el problema del cálculo y el problema de los incentivos perversos, los guatemaltecos debemos considerar y demandar mayor campo de acción a emprendedores educativos locales (específicamente a las escuelas privadas). Un sistema estándar que suprime la innovación no alienta a los estudiantes innovadores.